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Aprender a ser paciente


A veces las prisas nos impiden disfrutar del presente. Disfrutar de cada instante sólo es posible con unas dosis de paciencia, virtud que podemos desarrollar y que nos permitirá vivir sin prisa. La paciencia nos permite ver con claridad el origen de los problemas y la mejor manera de solucionarlos.


1. ¿En qué consiste ser paciente?

La paciencia es un rasgo de personalidad madura. Es la virtud de quienes saben sufrir y tolerar las contrariedades y adversidades con fortaleza y sin lamentarse. Esto hace que las personas que tienen paciencia sepan esperar con calma a que las cosas sucedan ya que piensan que a las cosas que no dependan estrictamente de uno hay que darles tiempo.

No podemos olvidar que la impaciencia y la desesperación nos suelen empujar a resolver los problemas con soluciones superficiales que dan resultados inmediatos.

La persona paciente tiende a desarrollar una sensibilidad que le va a permitir identificar los problemas, contrariedades, alegrías, triunfos y fracasos del día a día y, por medio de ella, afrontar la vida de manera optimista, tranquila y siempre en busca de armonía.

Hay que tener en cuenta que la insensibilidad a lo único que nos lleva es a no preocuparnos ni impresionarnos ante la aparición de las cosas buenas o dificultades que se nos pueden presentar a lo largo de nuestra vida.

A veces la impaciencia nos lleva a adoptar actitudes derrotistas que hacen que ante la desesperación abandonemos lo que intentamos conseguir. Conviene aclarar que no se debe confundir la paciencia con la pasividad y la indiferencia, que nos llevan a aceptar con resignación lo que nos ocurre, a no luchar por nuestros objetivos y a abandonarnos en manos de la suerte.

Conviene aclarar que asumir la vida y sus inconvenientes con paciencia no es lo mismo que resignarse pasivamente y aceptar que todo ocurre porque tiene que ocurrir. Es una virtud que se puede cultivar y que nos dice que todo tarda lo suyo en llegar y que no hay que perder los nervios mientras esperamos que ocurra.


2. Consecuencias

Nos desvivimos mientras intentamos alcanzarlo todo lo más rápido posible y, en ocasiones, ponemos en juego hasta nuestra salud física y mental. Esto nos lleva a plantearnos si realmente hay algo que podamos hacer para aprender a tomarnos las cosas con calma o si se trata de un rasgo de nuestra personalidad que no podemos cambiar.

La impaciencia puede traer consigo consecuencias más o menos relevantes tanto para nuestra salud como para nuestra vida cotidiana y es ahí donde debemos estar atentos. A veces nos impacientamos por cosas insignificantes que hacen que estemos todo el día de mal humor o que adoptemos un estilo de vida que nos lleve a vivir en una situación de constante impaciencia.

No es de extrañar que surjan otro tipo de trastornos más serios, como obsesiones por intentar solucionar los problemas, inseguridad, frustración, estrés o problemas de corazón. Nos atacan las úlceras, las migrañas, las depresiones, mientras la sombra del estrés planea sobre nuestras cabezas.


3. ¿Qué podemos hacer?

Es bien sabido que sin paciencia es imposible alcanzar la mayoría de los proyectos importantes de nuestra vida. La paciencia se puede desarrollar ejercitándola.

Tener paciencia tiene mucho que ver con saber autocontrolarse. Respirar profundo, contar hasta diez, aprender a relajarse, etc. Son soluciones válidas para enfrentarnos a las distintas situaciones que nos exigen paciencia.

Intenta, por tanto, parar, relajarte y disfrutar de cada momento. Para ello elige algo que quieras experimentar plenamente: tomar un café tranquila, escuchar un tema musical, dar un paseo por un lugar que te guste, y dedícales un tiempo, donde la impaciencia y el estrés diario no te influyan. Centra toda tu atención en ese momento y olvídate por un instante de ti, y disfruta plenamente de esta pequeña experiencia.

Intenta hacer una lista de las cosas que te impacientan. Anótalo todo por muy ridículo o insignificante que te parezca. Ordénalas según su importancia en tu vida. Identifica cuáles dependen de ti, cuáles de alguien cercano y cuáles están fuera de tu alcance. Actúa sólo en los casos que dependan de ti. No importa que los demás vayan a otro ritmo.

Puedes realizar ejercicios como adelantarte a una cita y esperar unos cinco o diez minutos, demora algo que desees realizar de inmediato, no abandones una tarea sin haberla acabado, espera unos segundos antes de descubrir el resultado de algo, etc.

Piensa en los beneficios de no perder la calma. A veces exageramos las reacciones cuando en realidad lo único que hacemos es nadar contra corriente, perder el tiempo. Gran parte de las cosas ante las que desesperamos acabarán dando frutos. Vale la pena afrontar las dificultades para alcanzar beneficios con serenidad, optimismo y paciencia.


Dra. Trinidad Aparicio Pérez
Psicóloga clínica.
En Plenitud.




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