EL MAL USO DE LOS ANTIBIOTICOS
El uso abusivo de los antibióticos es una de las principales causas del incremento de la resistencia bacteriana, uno de los mayores problemas de salud pública. Ante la gravedad de la situación, la Organización Mundial de la Salud ha lanzado una advertencia clara: si se siguen utilizando de forma incorrecta los antibióticos, algunos virus que hoy en día no suponen ningún amenaza para la salud serán incurables dentro de 10 años.
Si continúa el uso inadecuado de los antibióticos, surgirán nuevos virus incurables, según la Organización Mundial de la Salud.
Si la gente continúa usando antibióticos con negligencia, nuevos “supermicrobios” resistentes a todo tipo de fármacos podrían hacer retroceder el mundo a los tiempos en que las infecciones leves causaban la muerte, según afirmó esta semana la Organización Mundial de la Salud. Sin embargo, la OMS también recomendó extender aún más el uso de los antibióticos para tratar enfermedades que deben ser combatidas con medicamentos potentes.
«Debemos tomar medidas urgentes para neutralizar la amenaza de las enfermedades infecciosas» declaró en una conferencia de prensa David Heymann, director del departamento de enfermedades infecciosas de la OMS. «Queremos hacer un llamamiento para que el mundo entero se movilice y haga un mejor uso de estas poderosas armas mientras exista la oportunidad de hacerlo y antes de que retrocedamos a la era anterior a los antibióticos». Médicos y funcionarios sanitarios llevan años advirtiendo que las bacterias están desarrollando resistencia incluso a los antibióticos más potentes.
Dado que son tan numerosas y se multiplican rápidamente, algunas bacterias y virus pueden sobrevivir a la acción de prácticamente cualquier medicamento y, tal como dice el refrán, lo que no mata a estos microorganismos los hace más fuertes. Los microbios que de por sí tienen una ligera resistencia a los antibióticos logran sobrevivir, se replican y así transmiten sus genes a otras generaciones.
Con el tiempo surgen cepas que son totalmente resistentes. Si un paciente no toma la dosis completa de fármacos para eliminar del todo la infección, los microbios desarrollan resistencia con mayor rapidez. Si la gente se administra antibióticos cuando no los necesita - para tratar infecciones virales como la gripe -, las bacterias que se encuentran de forma natural en el organismo desarrollan resistencia y comienzan a propagarse.
Eficacia de los medicamentos
«En muchos casos, los medicamentos pierden eficacia poco después de ser descubiertos debido a la negligencia o la falta de planificación en su uso», declaró la organización durante la presentación de su informe anual sobre enfermedades infecciosas. Todas las principales enfermedades infecciosas están desarrollando resistencia a los fármacos, según el informe de la OMS. «En Estonia, Letonia y algunas zonas de Rusia y de China, más del 10 por ciento de los enfermos de tuberculosis están infectados por cepas resistentes a los dos medicamentos antituberculosos más potentes».
«En Tailandia ya no surten efecto tres de los medicamentos comúnmente empleados contra la malaria debido al aumento de la resistencia de esta enfermedad. Aproximadamente el 30 por ciento de los pacientes que toman lamivudina, un fármaco recientemente desarrollado para tratar la hepatitis B, presentan resistencia un año después de iniciado el tratamiento». La OMS ha propuesto que Estados Unidos lidere un esfuerzo coordinado para realizar mayores inversiones en medicamentos y en la lucha contra las enfermedades infecciosas en todo el mundo.
«Tenemos que emplear antimicrobianos de forma más generalizada, pero con mayor prudencia», afirmó Heymann. Antes el tratamiento de la gonorrea era de bajo costo, pues bastaba una dosis de penicilina para curarla, explicó Heymann. Pero los países pobres dejaron de tratar a los enfermos y ahora el 60 por ciento de las infecciones gonorreicas son resistentes a varios medicamentos y deben ser tratadas con derivados de la quinolona, fármacos especiales cuyo costo puede ascender a entre cinco y seis dólares (unas mil pesetas) la dosis.
La OMS también ha estimado el coste de reducir a la mitad la mortalidad de cinco enfermedades: neumonía, diarrea, sida, malaria y tuberculosis. «La OMS calcula que una inversión de 15.000 millones de dólares (unos 2,5 billones de pesetas) durante los próximos 10 años podría reducir a la mitad la mortalidad de estas enfermedades», sostiene Heymann. El Consejo Global de Salud, que participó en la conferencia de prensa, ha propuesto que Estados Unidos duplique su gasto anual en salud mundial, que pasaría de mil a dos mil millones de dólares (de 175.000 a 350.000 millones de pesetas), para impulsar este proceso.
Uso y abuso
Cuando la historia revise los grandes logros del siglo XX, uno de los primeros de la lista será, sin duda, la implantación generalizada de la microbiología clínica, el descubrimiento de los antibióticos y el control de muchas enfermedades infecciosas. El primer gran paso, el descubrimiento de las sulfamidas, se debió a los esfuerzos organizados y sistemáticos de la industria alemana, que inauguran la era antibiótica en 1932.
Poco después se desarrollaba el hallazgo fortuito de la acción antibacteriana de un hongo, realizado por Fleming, que condujo a la producción industrial de la penicilina. Tras la Segunda Guerra Mundial, la humanidad comenzó a hacer un uso creciente de los antimicrobianos, cuyos éxitos terapéuticos condujeron a la quimera de una erradicación rápida y definitiva de las enfermedades infecciosas. Sin embargo, pronto se aislaron las primeras bacterias que, ante la presencia de antibióticos, eran capaces de desarrollar mecanismos de resistencia a los mismos y, la mayoría de las veces, podían convertir su administración en inútil. Desde entonces, los progresos en el desarrollo y síntesis de sustancias capaces de cumplir los criterios de la bala mágica ‹actuar frente a las bacterias sin dañar las células del paciente‹ han sido espectaculares.
El control de las infecciones bacterianas más frecuentes ha permitido, entre otras cosas, una cirugía más atrevida y eficaz. El de la infección asociada al uso de agentes antitumorales e inmunosupresores ha permitido mejorar el tratamiento de las enfermedades neoplásicas y al trasplante de órganos. Todo, sin duda, ha contribuido a lograr una vida más larga y de mejor calidad. Como contrapartida, en los últimos años hemos asistido a un aumento creciente y casi exponencial de las resistencias de muchos microorganismos frente a antibióticos que considerábamos inmutables.
Esto se agrava al comprobar que la síntesis de nuevos grupos de antibacterianos es progresivamente más lenta. Es sorprendente comprobar que, en los últimos 15 años, prácticamente no han aparecido antibióticos en el mercado farmacéutico que no pertenezcan a una familia ya conocida y que, por tanto, no compartan en cierta medida los vicios y resistencias de la misma. Los antibióticos se utilizan por toneladas para tratar y prevenir enfermedades humanas, en medicina veterinaria e, incluso, para garantizar el engorde y rápido aumento de peso en los animales destinados al consumo.
Lo preocupante no es comprobar esta creciente demanda, sino entender que una buena parte de ella es innecesaria. Se utilizan antibióticos con enorme frecuencia para tratar infecciones causadas por virus (ejemplo la gripe) que evidentemente no responden a los mismos. En el medio extrahospitalario se utilizan antimicrobianos de forma exagerada, como demuestra el trabajo de Caminal y sus colaboradores. En pacientes hospitalizados se utilizan también antibióticos en exceso y cualquier estudioso del tema sabe que no menos de un 25% de todos los hospitalizados están recibiendo antibióticos cada día.
Al menos una cuarta parte de los casos son prescripciones inadecuadas, administradas durante un tiempo excesivo o mal dosificadas. Muchos de los médicos interesados en las enfermedades infecciosas y en el uso de antimicrobianos han dedicado en los últimos 15 años una buena parte de su tiempo al tratamiento y control de la epidemia de SIDA. El pequeño respiro que parece dar dicho problema ‹al menos en el mundo occidental‹ ha permitido volver la vista al uso y abuso de los antibacterianos como un problema que quizá hemos descuidado o hemos tenido que descuidar. Es el momento de que la sociedad y las autoridades sanitarias sean conscientes de que, de seguir así, podemos encontrarnos con infecciones que un día fueron tratables y que ahora no pueden curarse porque, sencillamente, hemos tensado la cuerda del mal uso de antibióticos durante demasiado tiempo. Es necesaria la creación de programas de gran difusión sobre el uso correcto de antibacterianos. La política de antibióticos tiene que ser una realidad funcionante y vigente dentro y fuera de los hospitales, pero también tiene que entrar en el mundo de la industria de la alimentación sin reticencias ni cortapisas.
La industria farmacéutica debe volver a tener incentivos suficientes para que invertir en el desarrollo de antimicrobianos sea tan interesante como hacerlo en el terreno de los antivirales o de los antifúngicos. Y las vacunas tienen que estar en las líneas de prioridad de la investigación de financiación oficial. Finalmente, la microbiología diagnóstica debe desarrollarse y no contraerse. Vivimos tiempos de una aproximación exageradamente economicista a la gestión de los recursos sanitarios, con programas de corto alcance que aspiran a un ideal de rentabilidad a corto plazo.
Necesitamos que el diagnóstico de la gran mayoría de las enfermedades infecciosas ‹particularmente de aquellas que no necesitan antibióticos‹ pueda hacerse dentro y fuera de los hospitales (y a la cabecera de los enfermos) de forma tan rápida y eficaz que pueda evitar el uso empírico masivo de los antibacterianos. Un buen ejemplo de lo que digo son las nuevas técnicas para el diagnóstico de la gripe, que permiten realizarlo en minutos. Deben ponerse a disposición de la comunidad de pacientes y de sanitarios, redes de información y programas de formación que mejoren y controlen unas sustancias que han salvado millones de vidas y cuyo futuro, como el de la Selva Amazónica, se ve comprometido por la ignorancia de muchos, la apatía de bastantes y el interés exagerado de unos pocos.
MAGGIE FOX (REUTERS)
Emilio Bouza Santiago.
Etiquetas:
SALUD
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