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VERDE PROFUNDO


Cuando en 1971 la primera embarcación de Greenpeace zarpó a través del Golfo de Alaska hacia el lugar donde los Estados Unidos realizaban pruebas nucleares -las islas Aleutianas-, ni la tripulación ni sus simpatizantes en Canadá imaginaban que ese hecho daría lugar a la fundación de una organización mundial. Irving Stowe, líder del Comité “No hagan olas” (Don't make a wave Committee) que fundó la campaña, pertenecía a un reducido grupo de personas, y creía que después de aquella acción el grupo debería disolverse. Su idea original de mantener las cosas con simpleza y bajo perfil tiene mérito, pero como sabemos, las cosas no resultaron así.

Sitúemonos en el Golden Rule, el barco que lideró la protesta marina en 1958, cuando se intentó entrar al lugar de realización de pruebas nucleares de los Estados Unidos en el atolón Eniwetok. El capitán Albert Bigelow y su tripulación se encontraban arrestados y habían pasado sesenta días en una prisión en Honolulú, pero las noticias llegaron a Earle y a Bárbara Reynolds, quien se encontraba a bordo de su barco de vela dirigiéndose a Phoenix. Cambiaron su curso hacia Eniwetok, llegaron a la zona de pruebas y también fueron arrestados. En 1969, estas protestas inspiraron a otros pacifistas en Vancouver.

En 1972, el Comité “No hagan olas” cambió su nombre a “Greenpeace” y comenzó a considerar problemas mucho más complejos que sólo detener las guerras humanas.


Ecología: Una idea subversiva
En la actualidad es difícil de imaginar, pero la ecología no era un tema muy común en los años 60. Los hippies que cultivaban comida orgánica y llevaban una vida simple parecían tan sólo unos fanáticos. Sin embargo, un extraordinario despertar ecológico se había estado desarrollando de manera subterránea durante un siglo. El naturalista alemán Ernst Haeckel creó el término “ecología” en 1866 para describir su idea de un “hogar” mundial y de una familia interrelacionada de seres vivos. Casi al mismo tiempo, Ellen Richards, la primera mujer que fue aceptada en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), propuso la idea radical de que el medio ambiente tenía un impacto directo en la salud humana. Esto hoy podrá parecernos obvio, pero en aquel entonces Richards fue ignorada.

Cuando la Doctora en Medicina de la Universidad de Harvard Alice Hamilton descubrió en 1923 que General Motors intentaba vender gasolina con plomo, predijo desastres masivos relacionados con la salud pública, identificó las posibles alternativas y tildó al ingeniero de General Motors, Charles Kettering, de “asesino” por permitir que el plan de su empresa siguiera adelante. Los ejecutivos de la industria automotriz se burlaron de Hamilton. Tomó cincuenta años, hasta 1975, antes de que la gasolina con plomo se prohibiera en Norteamérica y Europa. Y sin embargo, la gasolina tóxica aún sigue utilizándose en las regiones más pobres del mundo, en las fábricas chinas y como combustible en la industria de la aviación.

Mientras tanto, los derrames de petróleo, la tierra intoxicada y los ríos ardiendo en llamas han hecho de la ecología algo aún más evidente. En los Estados Unidos, Barry Commoner halló estroncio-90 producto de pruebas nucleares en los dientes de varios niños. En 1964, en el diario Bioscience, Paul Sears nombró a la ecología “el tema subversivo”, por que estaba llamado a transformar los parámetros de la sociedad humana: salud, economía, política, todos. La humanidad estaba despertando a los límites del consumo. Estos hechos determinaron la pronta evolución de Greenpeace.


Mira alrededor
En las primeras reuniones de Greenpeace, por lo general llevadas a cabo en mesas de cocinas, en cafeterías o en bares, nos enfrentábamos siempre a una realidad contundente: incluso si lográramos detener las pruebas nucleares, aún tendríamos que enfrentar la devastación provocada por la civilización industrial. ¿Cómo salvar a la humanidad de sus hábitos destructivos? No podríamos estar sólo en contra de la guerra; tendríamos que luchar por algo más, por la vida en sí. Ben Metcalf, un brillante periodista y uno de los primeros estrategas mediáticos de la organización, creó la primer “pancarta” de Greenpeace al rentar doce vallas publicitarias por todo Vancouver y poner en ellas este mensaje: “¿Ecología? ¡mira alrededor! ¡Estás involucrado!”

Mirando los casi cuarenta años de las campañas de Greenpeace, cabría preguntarnos: ¿Hemos hecho progresos? Definitivamente Greenpeace ha ayudado a hacer de la ecología un asunto conocido y una palabra muy de moda en el ámbito político. Desde la década de los setenta, la humanidad ha limpiado los ríos y el aire de las ciudades, ha instalado sistemas de reciclaje y protegido algunas especies en peligro de extinción, de manera que ¿es más ecologista en la actualidad la sociedad humana de lo que lo era en 1971? La respuesta incluye “sí” y “no”.


Después de todos estos años
La tendencia más clara en la actualidad es el crecimiento de la población humana. En 1971 vivían en el planeta alrededor de 3 mil millones de personas. En la actualidad la población mundial es de 6 mil millones, prácticamente el doble, y va en aumento. Agregamos 75 millones de personas al planeta cada año. En diez ciudades como la de Nueva York, la mayoría de las personas viven enmedio de una enorme pobreza de paisajes. La presión que ejerce la población humana en cada ecosistema en el mundo crece con nosotros.

Mientras tanto, los ricos se vuelven más ricos y consumen más. Las naciones en desarrollo intentan mejorar las vidas de sus ciudadanos haciendo crecer su economía industrial, y difícilmente podemos culparlos. Actualmente, cerca del 15% de la humanidad consume el 85% de los recursos. Estamos en medio de los bosques y del petróleo barato, y somos el equivalente al 90% de las especies que conocemos de peces. Necesitaríamos seis planetas más para proporcionar el estilo de vida americano y europeo al resto del mundo. Así las cosas, algo tiene que pasar.

Luego de treinta años, aún estamos intentando salvar a las ballenas. En 1973, Greenpeace eligió a los cetáceos como una de nuestras primeras campañas ecológicas, no sólo por que estos animales se encontraban en extinción, sino también por que representaban todo lo magnífico de la naturaleza. Son seres inteligentes, sociales y creativos que nos recuerdan el valor inherente de la naturaleza salvaje.


¿Ganando terreno o chiflando en la loma?
Greenpeace logró que se prohibieran los vertidos al océano en la década de los ochenta, pero después del Tsunami de 2004, enormes botes con toxinas emergieron en las playas de Somalia. Alguien, probablemente de Europa, había estado vertiendo en secreto desperdicios tóxicos y radioactivos a las costas de África por años. Cada parte de la legislación ambiental aprobada enfrenta ataques continuos por aquellos que han dado un vuelco o simplemente ignorado dichas leyes.

Usar los medios de comunicación para contar y contrastar la historia de la tierra ha sido un sello de Greenpeace desde el principio. Sin embargo, ahora hacemos frente a la propiedad cada vez más consolidada de los medios masivos. Los dueños de las compañías han aprendido como empaquetar la agenda ecológica sólo como noticias, pasando por alto el medioambiente y los derechos humanos. En algunos casos, el Internet ha salvado los movimientos ecológicos y pacifistas de ser ignorados por completo en los medios.

Mientras tanto, la mercadotecnia ha aprendido a añadir “verde” a sus productos como una nueva característica de venta. Somos testigos de los autos deportivos eléctricos de $100,000 dólares y de las secciones de productos “verdes” en Walmart, y también lo somos de cómo la humanidad consume salvajemente la Tierra a pasos agigantados. Los contaminadores han aprendido a “hablar ecológicamente” y al mismo tiempo a continuar con sus negocios como siempre.
Así, debemos preguntarnos: ¿estamos ganado terreno o sólo chiflando en la loma?


Eterna vigilancia
Finalmente, enfrentamos el calentamiento global, que ya expresa su furia más allá del control humano, mientras los imperios industriales, fundamentalmente los de China y Estados Unidos, ignoran los problemas climatológicos señalados por la ciencia. Jean Baptiste Fourier describió desde 1824 cómo la atmósfera de la tierra atrapa el calor. El químico sueco Svante Arrhenius calculó, en 1894, el calentamiento global debido a la acumulación de CO2, y el científico estadunidense Glen Thomas Trewartha creó el término “Efecto Invernadero” hace sesenta años.

En 1978, pegamos en la pared de la oficina de Greenpeace una gráfica del crecimiento exponencial del carbono en la atmósfera. Durante todo este tiempo, los intereses de la industria automotriz y gasolinera han intentado confundir al público. La sociedad suele ser inerte, y no acostumbra desviarse de su camino si no se le llama la atención con fuerza.

Greenpeace es parte clave de esa fuerza. La eterna vigilancia es el deber de aquellos que ven donde otros permanecen ciegos. Es el por qué Greenpeace existe, lucha, resiste y da testimonio de la verdad, poniendo atención en las futuras generaciones y preservando, viva, esta maravillosa Tierra.

Rex Weyler.Deep Green.

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