Plantas para la salud, tener buena suerte o espantar demonios
Protectoras de la salud, del ganado o de los seres humanos, sinónimo de buena suerte, riqueza o éxito, ahuyentadoras de rayos, malos espíritus, hechizos o demonios son algunas de las creencias populares sobre las plantas que recoge el libro "Guía de plantas útiles y perjudiciales en Castilla y León".
Esta guía de consulta, firmada por el doctor en Biología Vegetal Juan Manuel Velasco, constituye un modelo de consulta sobre una amplia variedad de plantas existentes en la Comunidad autónoma.
En ella se explican los usos que tradicionalmente han tenido estos vegetales, algunos de ellos con propiedades mágicas según las creencias populares y otros con aplicaciones terapéuticas y, en algunos casos a su vez venenosas, aunque parezca paradójico, como las adelfas.
Fechas como San Juan traen consigo un número nada desdeñable de leyendas, algunas de ellas asociadas con las plantas, como en el caso de la dedalera o el majuelo, que se exponían en las casas la noche del 23 de junio para espantar brujas y desgracias, o que una hoja de artemisa debajo de la almohada podía evocar sueños proféticos.
También se creía que al quemar esta planta en el dormitorio se desataba un hechizo llamado "ligadura de agujeta", que impedía al hombre realizar el acto sexual con una mujer concreta.
Como talismán del amor se usaba el aciano, la pamplina, la reina de los prados, el amor de hortelano, la grama de las boticas o las orquídeas silvestres, entre otras plantas a las que se consideraba atrayentes de la persona deseada.
Sobre estas últimas se creía que podían ser un elemento clave para engendrar un varón o una hembra antes del acto sexual, si el hombre o la mujer comían su tubérculo grande o pequeño.
La muerte y lo sobrenatural son otros de los temas asociados a estas plantas, que se utilizaban para espantar a espíritus, brujas o demonios, así como para proteger a las casas y a las personas de sus acometidas o maleficios.
La retama negra, por ejemplo, servía para rastrear brujas: si una mujer sospechosa enfermaba tras beber una infusión de este vegetal era liberada al confirmarse que no era una hechicera. De lo contrario, se refrendaban sus intenciones.
En el pasado, crearon la sicomancia, un método de adivinar el futuro basado en la forma de las hojas de la higuera, y contaban los nudos del tallo de la centinodia para saber si tras morir iban a ir al cielo, al purgatorio o al infierno.
También asociada con las creencias se encuentra una costumbre utilizada en las Arribes del Duero (Zamora y Salamanca), zona en la que se ponía torvisco en las albardas de los mulos para protegerse de los rayos en las tormentas, pues tenían la convicción de que la Virgen María tendía los pañales del Niño Jesús sobre estos arbustos.
Para proteger la casa del fuego, en la localidad salmantina de La Alberca, el día de San Lorenzo (11 de agosto) colocaban orégano en las cuadras a la salida del sol para proteger la casa del fuego.
El libro se refiere también a los que denomina "intérpretes piadosos", que asociaban los instrumentos de la pasión de Jesucristo en la cruz con elementos naturales como, las espinas de la corona, las hojas de las lanzas o los zarcillos, representados en los látigos.
Sobre otras plantas se pensaba que tenían propiedades curativas o de diagnóstico de enfermedades, como es el caso de la celidonia, que se colocaba encima de la cabeza del paciente: si se ponía a cantar era una evidencia de que iba a morir pronto, y si lloraba, de que iba a mejorar.
Otras, como los conos del ciprés común, eran utilizadas para elaborar el famoso "ungüento de la condesa", un medicamento que servía para prevenir el aborto y curar la debilidad del útero.
Lo físico y lo espiritual coinciden en las costumbres que recoge este libro y se plasman en historias heredadas, como la de la lengua de buey, de la que "sus azules florecitas, con aguardiente y azúcar, fortifican el corazón y vuelven alegres a los hombres melancólicos".
También se describen en este volumen las aplicaciones de plantas venenosas como las adelfas (Nerium oleander), cuyas hojas se usan desde antiguo como veneno para ratas y ratones, y, según investigaciones recientes y en dosis muy pequeñas, para tratar afecciones coronarias.
EFE.
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