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LOS PELIGROS DE UN MUNDO QUIMICO II


ALIMENTOS Y ALGO MÁS

No todos los riesgos proceden del aire. Muchos de los contaminantes que llegan a nuestro organismo lo hacen a través de la comida o el agua. La cadena alimenticia se enfrenta a nuevos retos llegados con la modernización del sector y el aumento del uso de antibióticos para la cría de ganado.

Las dioxinas, el mercurio, el plomo, los isótopos radiactivos, o los pesticidas son algunos de los contaminantes que podemos encontrar en nuestro plato, directamente procedentes del suelo y el agua contaminados. Pelar la fruta o lavar bien la verdura antes de llevarlas al plato; elegir alimentos frescos, evitando los enlatados, o aquellos que han estado en contacto con PVC, y recurrir a la agricultura ecológica son formas sencillas de evitar la llegada de pesticidas a nuestro organismo.

En cuanto al agua, este elemento sigue siendo una importante fuente de enfermedad y mortalidad en algunos países del planeta (no tan lejanos como se pudiese pensar). Sólo en Europa, por ejemplo, hasta ocho países consideran que la contaminación del agua potable es un problema sanitario de gran importancia, y otros 19 tuvieron brotes graves provocados por la disolución de sustancias peligrosas en el agua para beber.

El mercurio es un potente tóxico que afecta al cerebro, la médula espinal, los riñones y el hígado. Algunos estudios también han demostrado que este metal aumenta el riesgo de infarto. Todos los datos apuntan a que el mercurio provoca alteraciones cromosómicas que se traducen en trastornos físicos y mentales. Según los Centros para el Control de las Enfermedades estadounidenses (CDC), una de cada 10 mujeres en los Estados Unidos es portadora de una cantidad de esta sustancia suficiente para causar daños neurológicos irreparables en el feto. Se trata de uno de los productos más peligrosos debido a su capacidad de biomagnificación. O dicho de otro modo: se acumula en los organismos y se transmite de unas especies biológicas a otras en la cadena alimentaria.

Una de las principales fuentes de mercurio se encuentra en el plato de muchas familias de todo el mundo. La contaminación de los mares acaba pasando a los peces que llegan hasta la mesa portando importantes cantidades de este metal. En estos alimentos, la acumulación se produce en forma de metilmercurio, una forma particularmente tóxica para las neuronas en desarrollo. De modo que los más sensibles son los fetos, a través de la alimentación de la madre, y los niños cuyos cerebros se están desarrollando. Por este motivo, numerosos organismos sanitarios aconsejan que las mujeres embarazadas, en periodo de lactancia y los niños, no consuman los pescados que se consideran más contaminados como el pez espada o la caballa. Sin embargo, los frutos del mar frescos no son los únicos culpables. En la actualidad las investigaciones se centran en las conservas, particularmente las latas de atún. Numerosos trabajos han descubierto que éstas contienen elevados niveles de mercurio.

La Organización Mundial de la Salud ha establecido el límite de ingestión de mercurio considerado seguro en 1,5 microgramos por kilo de peso corporal. Sin embargo, las autoridades sanitarias estadounidenses lo han puesto en 0,4 microgramos por kilo de peso corporal. Para trasladar a la vida real estas cantidades, se puede decir que una persona de 60Kg de peso que se coma unos 150 gramos de atún a la semana habrá ingerido 1,4 microgramos del metal por kilo de peso.

Pero los niños no sólo están expuestos al mercurio a través de la comida, sino que la mayoría de las vacunas que reciben en sus primeros años de vida contienen conservantes en cuya composición se encuentra este metal. El tiomersal es uno de los compuestos que más se emplean para la preservación de las vacunas. Aunque no se han podido confirmar la relación de este conservante con el desarrollo de trastornos como el autismo, la hiperactividad o el retraso en el desarrollo intelectual, los expertos consideran que es biológicamente posible. De hecho, tanto la Agencia Europea del Medicamento, como las Autoridades Sanitarias estadounidenses (FDA) han pedido a las compañías farmacéuticas que eliminen el tiomersal de las vacunas. Los niveles de mercurio a los que se expone a un niño durante el periodo de vacunación superan los máximos permitidos.

Y el entorno hospitalario se convierte en uno de los principales causantes de contaminación debido a su gran cantidad de emisiones de mercurio: termómetros, dispositivos para medir la tensión, productos de laboratorio y de limpieza... la lista es prácticamente interminable. Pilas, fluorescentes, viejos microondas, interruptores, ciertas aspiradoras... La asociación ‘Health Care Without Harm’ (cuya filosofía defiende un entorno sanitario sin riesgos) hace una decidida apuesta por la creación de ambientes libres de mercurio, o al menos en los que el uso de esta sustancia se reduzca al mínimo. Entre sus iniciativas disponen precisamente de un programa de ‘Hospitales por un Entorno Sano’, cuyo objetivo es eliminar completamente este contaminante de los entornos sanitarios antes del año 2005.

Una de las propiedades de este metal que lo hacen particularmente peligroso es que no se elimina, sino que se va acumulando en el organismo. Además, el mercurio persiste en el medioambiente y puede ser transportado a largas distancias de modo que la emisión en un continente puede llegar a depositarse en otros muy alejados.

La intoxicación por plomo se conoce desde la antigüedad. Durante el Imperio Romano era muy habitual este tipo de envenenamiento puesto que los utensilios de cocina se fabricaban con este metal. Sin embargo, el auténtico conocimiento de los efectos nocivos para la salud del plomo vino de la mano de Alice Hamilton, una médico que, a principios del siglo XX, descubrió que cuando se ingiere o se inhala este metal, el organismo no es capaz de eliminarlo, sino que se acumula en los huesos y en otros tejidos.

Desde 1923 se sabe que el plomo daña del cerebro. En la actualidad, existen evidencias de que la exposición al plomo provoca además esterilidad tanto en hombres como en mujeres; daña los riñones y el tracto gastrointestinal; puede provocar importantes trastornos neurológicos, incluso algunos estudios han demostrado que provoca comportamientos agresivos y puede empujar a los adolescentes intoxicados a la delincuencia.

Con el fin de proteger a los niños, la OMS ha establecido como límite máximo de plomo en el agua 10 microgramos/decilitro. Sin embargo, algunos estudios (el último publicado en abril de 2003 en 'The New England Journal of Medicine') no sólo sugieren que cualquier cantidad de plomo es tóxica para el cerebro de los niños, sino que el mayor daño se produce con niveles por debajo de los 10 microgramos/decilitro. Por encima de esta cantidad se han observado pérdidas del cociente intelectual de 4,6 puntos. Sin embargo, incluso por debajo de esta cifra, la pérdida detectada ha sido de 7,4. Además estos efectos son irreversibles. El plomo se puede eliminar del organismo mediante un proceso denominado quelación, pero no se puede restaurar la inteligencia pérdida a causa de la contaminación.

La recomendación de los expertos es realizar análisis periódicos para medir los niveles de plomo en el organismo. Si los valores superan los 4 microgramos se debe buscar la fuente de la contaminación y eliminarla.

Además, su acumulación en el organismo a lo largo de toda la vida tiene también consecuencias en la senectud. Un equipo de investigación de la Universidad Johns Hopkins (EEUU) descubrió que con la pérdida de hueso propia del proceso de envejecimiento, el plomo acumulado en el esqueleto comienza a desprenderse y pasa a la sangre potenciando sus efectos tóxicos. Los investigadores observaron un importante incremento de la tensión sanguínea en los individuos más intoxicados con el consiguiente riesgo cardiaco que supone un aumento de la presión arterial.

Hay muchas fuentes 'generadoras' de esta sustancia, las más habituales son el consumo de agua contaminada (a través de su contacto con las antiguas tuberías de plomo), las pinturas viejas (que también contenían este material), o bien la inhalación de los gases que desprenden los vehículos y las gasolinas con plomo.Tomando alimentos o agua que lo contengan, pasando mucho tiempo en áreas donde se han usado pinturas con base de plomo y que están deteriorándose o empleando productos para la salud o remedios caseros que lo contienen son algunas de las acciones que pueden ponernos en contacto con este producto. Algunas soldaduras, los desechos procedentes de viviendas construidas antes de 1950, los cables eléctricos, e incluso algunos tipos de cerámicas también pueden contener esta sustancia. Por ello, a pesar de que su uso está prohibido para estos fines desde la década de los setenta, muchos productos pueden aún estar contaminados y, en consecuencia, provocar problemas de salud a pesar del paso del tiempo.

Las dioxinas Son un grupo de sustancias altamente tóxicas con conocidos efectos carcinogénicos que se acumulan en los tejidos a lo largo de la vida. Pertenecen a la familia de contaminantes que mimetizan la actividad de las hormonas naturales. Su origen está en los procesos de combustión de otras sustancias de origen industrial, como es el caso del PVC.

Es uno de los tóxicos más abundantes. Se puede decir que el tejido graso de todos los seres humanos, incluidos los recién nacidos, contiene dioxinas. La principal fuente de este contaminante son los alimentos, especialmente los productos cárnicos o lácteos. Las dioxinas generadas por la actividad industrial se depositan en los campos que consumen los animales que más tarde llegan a la mesa.

Aluminio, esta sustancia se encuentra de forma natural en el medio, constituye el 8% de la superficie terrestre, pero penetró masivamente en los hogares de todo el mundo a principios del siglo XX en forma de utensilios de cocina y más tarde como papel de aluminio. Este metal es capaz de unirse al ADN y modificar su estructura así como alterar la actividad de los genes. Su absorción no sólo se produce por vía oral, sino también a través de la piel de ahí que las cremas y otros cosméticos sean una importante fuente de contaminación.

Una de las teorías que se barajan sobre la degeneración neuronal propia de la enfermedad de Alzheimer es que sea debida a la acumulación de aluminio. Aunque todavía no existe una relación clara entre el metal y esta patología, se ha comprobado que las personas que padecen este tipo de demencia tienen elevados niveles de aluminio en el cerebro.

Pocas veces se repara en la composición de los champús o de otros productos de higiene personal, pero si lee la lista de ingredientes de la crema hidratante, de su carmín favorito o del desodorante, se sorprenderá al comprobar que entre ellos se encuentra el aluminio en distintas formas, además de otras sustancias potencialmente peligrosas como el zirconio o los parabenos.

Algunos científicos sostienen la teoría de que el uso de desodorantes y antitranspirantes que contienen los agentes químicos mencionados incrementa el riesgo de cáncer de mama. Aún no existen estudios que confirmen esta relación, pero los investigadores basan su hipótesis en el hecho de que estos productos se aplican debajo del brazo y en el área superior del pecho y se dejan sobre la piel facilitando la acumulación de las sustancias tóxicas. Además, el uso de desodorantes crece paralelamente con el número de casos de cáncer de mama. Por otro lado, los tumores mamarios se dan con mucha más frecuencia en el cuadrante superior izquierdo del pecho; dos circunstancias que podrían encajar con el hecho de que la mayoría de las personas es diestra y aplica más cantidad de estos productos de higiene en el lado izquierdo.

Pesticidas, Son varios los estudios que han demostrado la relación de diversos pesticidas y funguicidas con problemas graves de salud. Es el caso de lindane, prohibido en la mayor parte del mundo desarrollado, pero que aún se emplea de manera ilegal en muchos países. Hasta ahora se ha demostrado la relación de esta sustancia con el cáncer de mama y de testículos, pero también con partos prematuros.

En cuanto al hexaclorobenceno, algunos expertos consideran probado que este funguicida puede causar importantes daños en el hígado, en el tiroides, sistema nervioso, huesos, riñones...Recientemente, las revistas 'Nature'y 'Proceedings of the National Academy of Science' (PNAS) publicaban los resultados de sendos trabajos en los que se aseguraba que existía una relación probada entre la atracina (uno de los pesticidas más comunes en los Estados Unidos) y ciertos problemas sexuales. Concretamente, los trabajos llevados a cabo en ratas han demostrado la 'implicación' de esta sustancia en diversos defectos de los órganos sexuales (animales con más de dos testículos, por ejemplo).

En el caso del DDT, una sustancia prohibida en la mayoría de los países desarrollados desde hace décadas (en España desde 1977), los últimos datos han demostrado nuevos efectos perjudiciales. Concretamente se cree que las mujeres expuestas a esta sustancia durante el embarazo podrían estar poniendo en riesgo la futura fertilidad de sus hijas. En los casos que fueron estudiados, las hijas de mujeres con mayores concentraciones de DDT en la sangre, perdían hasta un 32% de probabilidades de quedarse embarazadas. Este pesticida persiste en la atmósfera durante más de quince años. Su uso está prohibido en la mayoría de los países desarrollados (en España desde 1977). Sin embargo, se continúa empleando para fabricar productos como el herbicida dicofol, de modo que sigue entrando en el medioambiente.


Ftalatos, Estas sustancias empleadas para ablandar el plástico, plastificar el PVC o prolongar la vida de los perfumes podrían tener también sus consecuencias para la salud. Se trata fundamentalmente de malformaciones congénitas o pérdida de calidad en el semen masculino, que puede llegar a la esterilidad.

Es especialmente preocupante el uso de este contaminante en algunos productos infantiles, por lo que desde 1999 la legislación comunitaria al respecto es mucho más restrictiva. Este compuesto sintético puede encontrarse en cepillos de dientes, determinados componentes de los automóviles, herramientas, juguetes, envoltorios de ciertos alimentos, cosméticos, insecticidas e incluso en la popular aspirina. El dietil ftalato puede liberarse con relativa facilidad de estos productos, ya que no forma parte de la cadena de productos químicos (polímeros) que forman el plástico. De esta manera puede llegar al aire o al agua. Según la Agencia estadounidense de Sustancias Tóxicas, no se dispone de información certera sobre posibles efectos nocivos para la salud, y ni siquiera lo incluye entre la lista de sustancias cancerígenas.


El Mundo.

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